lunes, 2 de abril de 2012

Chupete: Recomendaciones de uso


El bebé presenta un reflejo por supervivencia “reflejo de succión” que le permite encontrar el pezón de la madre donde alimentarse. Esta acción de alimentarse “exprimiendo la teta” le supone un esfuerzo enorme por lo que se quedará dormido. Este reflejo también se produce entre toma y toma al interponer un chupete, dedo o labio se activa igualmente la musculatura masticatoria.



Por la facilidad de disponer de sustitutos artificiales eficientes de la leche materna, es habitual dar biberones desde el primer día, simplificando enormemente la alimentación, por ello el bebé se cansa menos. El chupete le permite seguir entrenando la musculatura. Cuando se acostumbra el bebé al chupetelo usará como amigo íntimo en todas las horas que pasará dormido y muchas horas del día. Todo esto es habitual en nuestra sociedad.


Desde los 6 meses al primer año, es recomendable no usar el chupete de día o usarlo poco, nuestro hijo debemos acostumbrarle jugando a no tenerlo en la boca, o si lo hace poco a poco quitárselo por periodos mayores de tiempo, hasta lograr que sólo lo use como consuelo para dormir. Es mejor el chupete que el dedo por ello no nos creemos otro problema para solucionar el que tenemos.


Con la erupción de los dientes se inicia un cambio en el patrón de deglución, saldrán hacia los 6 meses los incisivos creando el reflejo de masticación lateral y entre los 16 y 20 meses las primeras muelas creando una primera mordida, a partir de este momento es cuando el chupete empieza a ser nocivo.


El uso nocturno del chupete ha de limitarse como máximo a los 24 meses. El niño va definiendo su carácter desde temprano y con 20 meses sabe perfectamente que cosas le gustan y cuales no, por ello entorno a los 16 meses es más fácil quitarlo, al no ser aún consciente, ya que un poco más adelante habrá que pelear más duro para poderlo quitar.

El uso excesivo del chupete supone un estímulo nocivos que facilita separar los incisivos superiores hacia delante y arriba creando una mordida abierta. Esta situación crea un espacio que para poder tragar obliga al niño a interponer la lengua entre los dientes separados y los empuja para sellar el espacio al tragar, constituyéndose el hábito de deglución atípica. Esta forma de tragar agrava la mordida abierta, porque además de a presión que ejerce la lengual hacia delante en los incisivos superiores también meterá el labio inferior entre los incisivos superiores e inferiores, con lo que el labio inferior empuja atrás los incisivos inferiores, separando cada vez más los dientes. Mordida abierta y deglución atípica implican también una mala masticación ya que no triturará hacia los lados sino sólo será capaz de masticar en apertura y cierre bloqueando aún más el correcto desarrollo del paladar, que será más estrecho (paladar ojival), atrapando la mandíbula que tampoco se desarrollará, quedando retrasada como en el recién nacido.


No más allá de los dos años, jugando, los padres debemos crear un cuento bonito, en que algún muñeco necesita el chupete para su bebé y el niño se lo va dar por ser pequeñito como un día se lo dieron a él y así hacerle participe de que voluntariamente aunque no de buen gusto participe en dejar de usarlo.

En ocasiones cuando el niño es más mayor de los dos años se puede ser más tajante y decir que una figura de algún objeto decorativo, por ejemplo navideño, al recogerlo tras la navidad, se lo ha llevado para otro niño, ahora es una acción que no decide el niño pero que se le hará ver que no tiene vuelta atrás, de forma que los padres no dejemos abierta una puerta a que el niño como lo quiera se arrepienta de haberlo dado y lo pida de vuelta. Por supuesto nunca ceder una vez dado el paso y volver a ofrecer el chupetes o chupetes que usa el niño. Paciencia que el mal rato durará pocos momentos durante varios dias.

En edades con mayor consciencia, habrá que explicarle, que su chupete hará que sus dientes se queden muy feos colocados, no para asustarle, pero si para mostrarle que podemos evitar que le pase a él. Ahora si le hacemos participe de una acción difícil pero en la que cuenta con nuestra ayuda. Podemos enseñarle un dibujo de un conejito, de un dibujo con un niño con los dientes hacia fuera (tipo Felipe de Mafalda), darle nuestro apoyo para que con un cuadro de los dias de las semanas vayamos logrando que al principio haya un día de los siete que al menos lo deje y le compensemos por su esfuerzo, y luego que consiga logros más significativos. Imaginación para que cada uno encuentre la mejor forma de conseguirlo con sus hijos. Pero supone esfuerzo y sólo los padres pueden lograrlo.